24 Noviembre 2016

El despido 'procedente' de Magdalena Cárceles

Publicado en Deportes

Llevaba trabajando en el Rayo Vallecano desde hace 37 años

Antonio Luquero | Vallecasweb
El Rayo Vallecano anunció ayer el despido de Magdalena Cárceles, por todos conocida como “Magdalena”, empleada que lo era del Club desde los primeros meses del año 1979. El anuncio de su despido no fue público, sino privado, y consistió en convocar a la empleada en un despacho de la Ciudad Deportiva para comunicarle que el Rayo prescindía de ella por “motivos económicos”.

Magdalena Cárceles Barbadillo entró a trabajar en el Club de la franja a principios de 1979, cuando el Rayo Vallecano no era “de Madrid”, sino sólo de Vallecas, y ni siquiera estaba conformado como una Sociedad Anónima Deportiva. Por aquél entonces, presidía la entidad Francisco Encinas y en los escudos de las camisetas aún lucían las siglas de la tan añorada “ADRV”. El equipo, que acababa dos años antes de subir por primera vez en su historia a Primera División, ya atesoraba entre sus hazañas el ser considerado el “Matagigantes”, por su habilidad en pasar la lija por los hocicos de los equipos grandes que pasaban, unos detrás de otros, por el Nuevo Estadio de Vallecas.

A Magdalena el trabajar en el Rayo le llegó de rebote. Con tan sólo 17 años de edad ya había trabajado en una empresa química y otra de artes gráficas, pero una familiar suya, Maite, que trabajaba en las oficinas del Club en la calle del Arroyo del Olivar, requirió su presencia para reforzar la zona de secretaría, que había crecido por entonces hasta contar con cuatro secretarias simultáneamente.

Magdalena, en los primeros tiempos, sólo acudía a las oficinas del Arroyo del Olivar (sí, aquellas que nos “mangaron” para colocar, entre otras, la sede de la Federación de Tiro de Pichón) para trabajar unas horas, en medias jornadas de mañana o de tarde. Aquél local servía como sede de las oficinas en su planta primera, y como bar con futbolín y sede social en su planta baja. Allí se reunía el Rayismo cuando no tenía nada mejor que hacer y allí Magdalena logró ganarse la confianza de los directivos del Club, hasta que le pidieron que acudiera a jornada completa.

Dado que había completado sus estudios de auxiliar administrativo, Magdalena Cárceles pasó por todos los estamentos del Club, ligados sobre todo a las tareas de administración y dirección. Así, fue secretaria del Área Técnica, secretaria de dirección, ocupó puestos en administración y contabilidad, secretaria del gerente, el director general y el presidente, en este último caso como primera secretaria.

En los últimos años, con la llegada de las Sociedades Anónimas Deportivas, tuvo que ampliar sus “competencias” ejerciendo labores de protocolo en el palco durante los partidos en Vallecas, complementando a otras áreas del Club ocupadas de dar atención a los equipos que venían a jugar a Vallecas.

En la tarde de ayer, a Magdalena la convocaron a un despacho, donde José María Sardá (vicepresidente del Rayo Vallecano) y Luis Yáñez (director general del Club de la franja) le comunicaron que su relación con el Rayo llegaba a su fin por motivos económicos, que es lo mismo que decir que a Magdalena la han despedido porque el Club tiene que ahorrar en gastos y Magdalena era uno de ellos. La empleada, que había “sobrevivido” a los mandatos de Francisco Encinas, Luis Quer, Francisco Fontán de la Llave, Pedro García, José María Ruiz-Mateos y Teresa Rivero, cerraba su vida laboral en el Rayo durante la presidencia de Raúl Martín Presa.

Magdalena era una persona tan reservada, callada y pudorosa, que cuando el Rayo premió su trabajo con un reconocimiento público en el que me pidieron que participara, hace unos doce años, se puso tan colorada al saber que tenía que agradecer en público el premio recibido que estuvo a punto de no aceptarlo, sólo por el temor a dirigirse a los asistentes al acto. Para tranquilizarla, la escribí un pequeño “discurso” de tan sólo dos líneas y media, que estuvimos ensayando días antes como si yo fuera “Teresa Rivero” y ella tuviera que agradecerme el premio a mí. El ensayo debió funcionar, porque llegado el momento de la verdad Magdalena subió al estrado como si tal cosa y el discurso de dos líneas y media lo recitó de carrerilla, como si no hubiera un mañana. Aunque era superreservada, creo que me estuvo agradeciendo aquel pequeño acto eternamente, pero reconozco que lo habría hecho igual por cualquiera a quien hubiera podido ayudar en semejante trance.

Algunos se preguntarán por qué escribo sobre Magdalena, que no deja de ser más que una “simple” empleada de un Club de fútbol, que no deja de ser una empresa como otra cualquiera, habiendo tantos empleados a los que despiden de su trabajo a diario, algunos con mayor antigüedad en su empresa y a lo mejor hasta más guapos, altos y eficientes que Magdalena.

La respuesta es muy simple: porque en el fútbol, en el Rayo, siempre hablamos de quienes pensamos que tienen relevancia (el entrenador que promete los mejores resultados, el futbolista que ficha por una millonada, el presidente que bota en el autocar descapotable tras lograr un ascenso...), pero nunca de quienes hacen grande de verdad a un Club, como son sus empleados de base, los aficionados o abonados actuales y los más veteranos. De ellos sólo sabemos cuando desaparecen (porque alguien les cita a la carrera por la megafonía del Estadio) o cuando pasados unos años surge la pregunta: “¿Sabe alguien qué pasó con Fulano o Mengano?, porque hace tiempo que no se le ve por Vallecas”. Sí, lo sabemos: se ha muerto o —como es el caso— le han despedido.

No tengo con Magdalena Cárceles Barbadillo ni más ni menos relación que con otros empleados del Club (hace meses que no hablo con ella), incluso si me apuran menos que con muchos otros a los que aprecio y valoro como a Magdalena. Pero estimo que unas líneas ayudarán a reconocer su trabajo en una empresa, el Rayo, donde el sentimiento también juega de nuestra parte y la humanidad debe prevalecer sobre el aspecto laboral y empresarial. Si el despido de Magdalena es procedente o no lo determinarán ella y el Club o, en su caso, los abogados si no hay un acuerdo entre ellos. Por parte del Club parece que es procedente, porque así ha procedido.

No sé si el Rayo salvará su ejercicio económico con el despido de Magdalena, cuyo sueldo no creo que llegue ni a la centésima parte del de cualquier futbolista, como tampoco sé si el Club pudo en verdad asumir el coste que una persona como ella supone para la entidad. Tampoco quién hará a partir de ahora su trabajo, o si traerán a alguien mejor, o incluso más barato. Sólo sé que la medida de prescindir de Magdalena genera inseguridad e incertidumbre entre los trabajadores que se quedan en el Club y que los aficionados del Rayo, que son muy sensibles ante este tipo de situaciones, no lo van a entender. Lo que sí sé es lo que me comentaba un compañero suyo, tras conocer la noticia de su despido: “Magdalena era una profesional ejemplar”. Y con eso me quedo. Suerte, Magdalena…

(*) En la imagen que abre esta información, Magdalena Cárceles el pasado 18 de agosto de 2016 en el Estadio de Vallecas, durante el acto de presentación de las camisetas de esta temporada. (© Foto: A. LUQUERO / Vallecasweb.com)

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Comentarios (1)

  • Tito Rodriguez

    Tito Rodriguez

    27 Noviembre 2016 a las 09:32 |
    Si el salario mínimo de un jugador son 155.000 (según periodicos deportivos) , creo que es muy poco lo que se va a ahorrar el Rayo de Presa.

    La identidad se va al carajo, y con ello todo lo que es el Rayo.

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