18 Agosto 2019

El bochorno

Publicado en Deportes

RAYOLANDIA | Rayo Vallecano 2 – CD Mirandés 2

Antonio Luquero | Vallecasweb
El Rayo Vallecano ha comenzado su andadura en Segunda División empatando en casa con el CD Mirandés. Los dos goles logrados por Adrián Embarba, ambos de penalti, maquillaron el resultado y permitieron apaciguar el enrarecido ambiente que se respira en la grada de Vallecas tras la enésima pugna entre la directiva y una parte de la afición del Rayo Vallecano.

Si los dirigentes de La Liga tuvieran dos dedos de frente y no se guiaran solamente por su desmesurado afán de ganar más y más dinero, no permitirían que el campeonato de fútbol comenzara a mediados de agosto, el mes más caluroso del año, en un país de clima semiárido. Los 34 grados de temperatura registrados por la Estación Meteorológica de Vallecas MeteoVallecas a las 9 de la noche cuando los jugadores de Rayo y Mirandés saltaron al terreno de juego, no son sino la muestra fehaciente de que para los dirigentes de La Liga (y los clubes que la sostienen) el bienestar de los aficionados y la salud de los deportistas no importan nada.

Jugar al fútbol en estas condiciones o asistir a las gradas con el sol pegando de cara y una sensación térmica manifiestamente superior a lo que marcan los termómetros (con el añadido de la humedad generada por el césped y el bochorno y falta de aire a ras de campo) confirman que en este “deporte” ya ni siquiera interesa la salud de los deportistas, que son los responsables de generar espectáculo, por mucho paripé que se haga parando el juego para que beban agua.



Con estas premisas, más el añadido del calor y las vacaciones, podría considerarse como normal la baja afluencia de público al Estadio de Vallecas en el retorno del equipo a Segunda División. Sin embargo, los 6.028 espectadores registrados se quedan infinitamente lejos de los 11.719 aficionados que poblaron la gradas de Vallecas hace exactamente un año para recibir al Sevilla CF, también en agosto y con un calor de los que quitan el hipo. Lejos de los 7.152 seguidores que acudieron a Vallecas en agosto de 2018 para recibir al Real Valladolid, en Segunda División, y más lejos aún de los 8.095 espectadores que presenciaron el Rayo-Numancia de agosto de 2016, también militando en la División de Plata.

Pretender restar protagonismo a la huelga que los abonados del Rayo Vallecano han secundado durante el primer partido liguero disputado en Vallecas (no entrando al estadio) no tiene sentido. Y no sólo porque los números cantan, sino porque el ambiente de Vallecas no sólo se mide por la asistencia de público, sino por el nivel de los decibelios y la persistencia en la animación.

La imagen de los asientos vacíos en el fondo del Estadio de Vallecas y las gradas semidesérticas de la Tribuna Baja de la Avenida de la Albufera se han visto en todo el mundo gracias a la televisión, esa misma a la que tanto agradecimiento deben los clubes. El silencio sepulcral agónicamente roto por algunos aficionados que se animaron a entonar el “Halé Rayo, halé” con cánticos que apenas duraban 20 segundos no evitó que se escucharan perfectamente las conversaciones que los futbolistas mantenían entre sí, algo sólo audible en partidos a puerta cerrada. Incluso afloraron los pitos de algunos seguidores rayistas más dados a criticar a sus futbolistas que a animar. Sus silbidos, hasta ahora, quedaban ahogados en los cantos de ánimo de los aficionados que desde este sábado mantienen una huelga de asistencia al estadio.

La expulsión del joven Martín Pascual en el minuto 7 fue todo un dolor para los aficionados rayistas, ilusionados con el debut del canterano con el primer equipo. También el remate al larguero del argentino Saveljich, que pudo terminar en gol. Pero el dolor no sólo se vivió dentro del Estadio de Vallecas, también fuera.

En los bares aledaños del Estadio se agolpaban cientos de seguidores rayistas que habían decidido no asistir al encuentro como protesta por los precios de los abonos, en especial por el incremento de los destinados a discapacitados; por la decisión de la directiva de no incluir los partidos del Rayo Femenino en el abono regular; por la falta de mantenimiento del estadio o por el “estado de abandono” de la Ciudad Deportiva…

La decisión tomada por estos aficionados de no ver el partido dentro del estadio obliga a una reflexión: si en un encuentro adquiere más relevancia lo que hagan los 500 (o los 1.000, o los 2.000) que deciden no entrar al estadio sobre aquello que hagan los 6.028 que asisten al mismo, es que hay algo que no hemos entendido bien. El Club debe reflexionar sobre su idea de que esto es cosa de “unos pocos” y que la mayoría de los aficionados “apoya la gestión” de la actual directiva, apropiándose como suyos a aquellos que no se manifiestan ni abren la boca.

En el fútbol, como en otras muchas facetas de la vida, siempre es preferible la calidad sobre la cantidad. Y aun respetando la actitud que cada aficionado decida adoptar en cada partido al que asiste, es evidente que hay seguidores que por su grado de implicación con el equipo, por su capacidad para generar ambiente, por su facilidad para levantar el ánimo del conjunto local o por distraer y poner nervioso al rival, merecen ser tenidos en cuenta. Aunque sólo sean 500, 200, 100 ó 25. A la vista está que los 6.028 asistentes al primer encuentro de Liga fueron incapaces de balbucear un par de “Rayo Rayo” o de neutralizar los murmullos que salían desde la grada. El verdadero poder de los que no accedieron al estadio no estuvo en lo que hicieron, sino precisamente en lo que ese día no hicieron: animar al Rayo Vallecano.

El Club de Vallecas no dispone de una afición muy amplia, entre otros motivos porque el estadio tiene una capacidad limitada. Limitada es también la calidad de su plantilla, que juega siempre al borde del precipicio entre la Primera y la Segunda División. Con semejante plantel de “estrellas”, todos sabemos que los aficionados con su presión ganan puntos en Vallecas y que los jugadores necesitan de ese extra de motivación que su calidad y sus piernas son incapaces de aportar. La grada, en Vallecas, te lleva en volandas y es capaz de salvarte o de hacerte subir de categoría.

Los aficionados del Rayo Vallecano ya saben, porque se lo recuerdan a diario, que no son los dueños del Club, pero sí de unos sentimientos que vienen heredados desde varias generaciones atrás. Con estos sentimientos pueden hacer lo que les dé la gana pues es lo único que es realmente suyo. Nadie puede obligarles a entrar a ver un partido o a no entrar, a silbar o a no silbar, a animar o a no animar. En esto son realmente soberanos.

Si un solo aficionado del Rayo Vallecano se queda fuera del estadio sin ver un partido, pese a estar abonado para toda la temporada, habrá que analizar inmediatamente qué está sucediendo. Más si son cientos los que toman esa determinación.

La directiva debe pensar seriamente en que aunque el Club sea suyo, los sentimientos de los aficionados no lo son ni lo van a ser nunca. Toca por tanto reunirse y hablar, sin condiciones ni líneas rojas, con seriedad y sin trampas, para que el bochornoso espectáculo de la primera jornada de liga no vuelva a repetirse. Háganlo, aunque sólo sea por el bien del negocio.

(*) En la imagen que abre esta información, la Plataforma ADRV convocará otra jornada de gradas vacías para el partido que el Rayo Vallecano disputará contra el Deportivo de la Coruña. (© Foto: L. HERRERA / Vallecasweb.com)

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