15 Enero 2024
“Estupor”, un relato conmovedor y divertido del naturalista vallecano Luis Miguel Domínguez
¿Cómo definir el estado de un paciente tras sufrir una desconexión cerebral?
Luis Miguel Domínguez | Vallecasweb
Un día del invierno de 1999 andaba yo asomado, como garzón soldado, al muelle que el mercado de pescado de Manaus tiene volcado al río Solimões, universalmente conocido como río Amazonas, cuando en dirección a la tierra que yo pisaba venía hacia mí, meciéndose entre las olas y los rizos de la piel del río, una caja de cartón mojado en la que sobresalía una leyenda impresa que nunca podré olvidar. Decía “FRANGO RESFRIADO”, que en portugués quiere decir: “POLLO REFRIGERADO”.
De no haber estado yo inmerso en el fragor de la batalla diaria de un gran mercado me hubiera parecido lema surrealista, pero obviamente aquella caja de cartón navegante pertenecía a una de las mercancías propias y viandas variopintas del gran mercado. Es así como, poco a poco, me fui enamorando de la lengua portuguesa y sobretodo del arte con que se emplea en Brasil. Otro día aprendí a no decir “exquisito”, cuando lo que en realidad debería decir es “estupefacto”, y así de la mano de un amable portuñol intermediario, me fui haciendo a su musicalidad en busca de su calidez alternando conocimientos y asociaciones etimológicas que hoy me permiten comprender a mis interlocutores y medianamente hacerme entender.
Después de salir vivo de milagro de un grave accidente cerebrovascular, un día acudí a través de un amigo muy conocedor de aquella cultura popular en busca de remedios amazónicos a una serie de curanderos e incluso farmacias, para encontrar algún remedio que me ayudara a paliar la incómoda sensación que me produce la hemiplejia en mis miembros superior e inferior izquierdos. Y aquí es cuando volvió de nuevo el regalo del “linguagem” portugués a mí, comprobando con mucho agrado cómo en Brasil se emplea un término muy bello: “ESTUPOR”, que describe a la perfección el estado del paciente tras sufrir la desconexión cerebral con sus extremidades (tras un ictus, por ejemplo) y que humaniza sin duda a algo mucho más técnico dicho en español, como es el caso de la hemiplejia o hemiparesia. Tanta belleza para expresarse yo ya hacía muchos años que la había detectado y valorado, pues además de un vocabulario ciertamente creativo y bello en su factura, siempre licuado y lubricado por la musicalidad de los parlantes, a mí me fascinaba como observador vocacional de usos y costumbres del pueblo brasileño.
El summum fue cuando hace años acudí a una farmacia a comprar preservativos profilácticos o condones utilizando una terminología más callejera y rotunda, pues la rotundidad se acabó en el mismo instante en el que aprendí la filigrana léxica que emplean las mujeres y hombres del Brasil para nombrar a la susodicha funda peniana de látex: “CAMISINHA DE VENUS”. Así es como se denomina al condón allí.
Ruego sepáis excusar toda esta introducción lingüística, aunque estoy convencido de que os habrá entretenido y os será de utilidad.
El naturalista vallecano en viaje a Gabón con una tortuga gigante. (© Foto: GABINETE DE HISTORIA NATURAL / Vallecasweb.com)
Luismi durante la grabación en Palomeras Sureste (Vallecas) de un reportaje para el programa “Aquí la Tierra” de Televisión Española. (© Foto: ANTONIO LUQUERO / Vallecasweb.com)
En realidad, este relato se basa en mi estado de permanente estupor frente a la discapacidad con la que estoy aprendiendo a vivir. Cada día, como un centinela aburrido, recorro paso a paso los límites fronterizos entre lo que antes yo llamaba vida normal y lo que hoy es un cúmulo productivo de adaptaciones al medio de un animal herido, o sea yo. Voy a intentar relatar lo más certeramente posible los detalles que definen una vida con movilidad reducida y daño cerebral adquirido, con el afán de conseguir que muchas personas se sientan representadas.
Lo primero que voy a decir es que la cama es hoy, para mí, territorio hostil. Es verdad que una de mis mayores conquistas ha sido saber desconectar, dormir y descansar cada noche muy idóneamente, eso ha influido muy positivamente en el éxito de mi neurorrehabilitación. Pero la verdad, es que hoy para mí permanecer despierto en ella se ha convertido en un calvario por cuestiones que sobre todo tienen que ver con las leyes de la física y con la ley de la gravedad.
Voy a intentar explicarlo. Sin uno darse cuenta, en sus plenas facultades físicas tumbarse es un ejercicio inocuo para tus órganos internos, pues de manera instintiva hay una parte de tu cuerpo que ofrece resistencia automática distribuyendo tu peso total hacia el contorno, hacia el exterior, y sin darte cuenta al dormir boca abajo las palmas de tus manos, tú clavícula y tus rodillas ofrecen resistencia, librando así a tus pulmones, hígado o riñones de una presión que les aplastaría pues a pesar de nuestra estructura ósea que protege nuestros órganos vitales con un endoesqueleto muy bien diseñado, el mantenerte inmóvil en una misma posición varias horas seguidas puede hacerte víctima de tu propio peso. Yo, por ejemplo, no he vuelto a dormir boca abajo ¡con lo que a mí me gustaba!, pues un cincuenta por ciento de mi estructura corporal ha desconectado de mi cerebro y por tanto no ejerce ninguna resistencia a mi propio peso, de tal modo que mi brazo izquierdo actúa hoy en día como peso muerto.
Los que sois padres ya sabéis que un niño dormido pesa el triple que cuando está despierto, hasta el punto de que como mi brazo no recibe ni obedece ordenes de mi cerebro, si cambio de postura repentinamente en la cama, él se queda detrás de mi espalda produciéndome gran dolor en el hombro. Lo contemplo a veces como los sacos llenos de arena atados a una cuerda, como el lastre pesado de un globo aerostático y, una vez dormido, mi brazo vuelve a mi regazo natural con la mano en forma de garra, pero con un peso tal que noto cómo me aplasta el hígado o el bazo, lo cual a oscuras y en el silencio de tu habitación se convierte en ocasiones en un gran sentimiento de congoja y angustia, pudiendo llegar a creerte que te vas a asfixiar en cualquier momento.
Posando para la foto con un defensor del lobo ibérico en la librería La Esquina del Zorro de Vallecas. (© Foto: ANTONIO LUQUERO / Vallecasweb.com)
Como el propio Luismi reconoce, sobrevivió “de milagro” a un grave accidente cerebrovascular. (© Foto: VALLECASWEB.COM)
Desde que tuve el ictus, por supuesto nada de relaciones sexuales, pues en ellas es de vital importancia, como en la canción de Battiato, encontrar el centro de gravedad permanente. Parece fácil y normal, pero en la milagrosa compenetración de dos cuerpos amándose, fundamentalmente se trata de acompasar las dos masas corporales aportadas para el intercambio corporal por dos seres distintos, o más, según si practicas el amor libre o no.
Las posturas del Kama Sutra requieren de una fortaleza y virtudes que en mi caso y con todo mi dolor lo escribo, soy incapaz de activar en mis actuales circunstancias. Estoy en deuda con mi pareja en esta importante materia ¿Quién nos iba a decir que un tsunami silencioso nos robaría el jueguecito del placer que tanto nos gustaba, pasándonos por encima?
Recuerdo en este preciso momento al astrofísico Stephen Hawking, que en paz descanse, pues uno de los motivos esgrimidos para su divorcio en 1995 de Jane Wilde Hawking fue, según demandaba el insigne científico con severos problemas de movilidad, la falta de actividad sexual de su esposa, a lo que ella contestó asegurando que tenía miedo a matarle con su peso sobre él en pleno acto marital.
Todos los días de esta vida mía he de soportar, antes de levantarme de la cama, los dolorosos estertores y calambres provenientes de los músculos isquiotibiales, con su dolor eléctrico que te acribilla toda la pierna izquierda desde el glúteo hasta el dedo gordo del pie. Y menos mal que está mi compañera a mi lado, para deshacer con cariñosos masajes la terrible bola que se desarrolla en mi gemelo como si fuera un enjambre de los más peligrosos himenópteros.
En este momento es cuando surge la mejor ayuda: la que me proporcionan Leo y Panthera, mis dos gatos preciosos, que al tener corriendo por sus venas mucha sangre bengalí, son dos enamorados del agua y de la ducha. Ellos son los que me guían hacia ella después de rozarse varias veces en mi pierna afectada y maullando, mientras giran su cabeza para ver si les sigo, me animan cada día en este momento para mí tan desagradable.
A pesar de ello, una vez que me despierto ya estoy deseando abandonar el lecho a toda prisa, pues conseguir huir de la cama es mi objetivo principal, y sentir el suelo bajo las plantas de mis pies una delicia hasta la ducha, donde literalmente me la juego cada día, pues en ella he de poner en marcha todo lo aprendido en mi rehabilitación, principalmente lo concerniente al equilibrio que en mi caso, al no tener afectado el cerebelo, se ha mantenido intacto desde el principio.
Puedo asegurar que ahora me muevo como un camaleón consciente de cada posición o movimiento de mis pies y manos, detecto las características del pavimento y los materiales de que está hecho a través de la información que me transmiten mis pies, por eso sé que están vivos mis miembros, gracias a que mantienen su hipersensibilidad, que es también la que me hace bramar de dolor cada vez que me equivoco al regular a través de los grifos la intensidad del agua y provoco un cambio brusco en su temperatura. Un simple goteo de agua fría sobre la parte izquierda de mi ser lo percibo como si de una gota de acero hirviendo se tratara, mientras al rojo vivo me taladra hasta el hueso. Es entonces cuando agradezco las tardes de gimnasio en las que he fortalecido mis piernas para comportarse como las columnas de Hércules y mantenerme estable y asegurado en puro equilibrio. Afortunadamente, mis neurorehabilitadores consiguieron en mi complejo proceso de reconstrucción personal, además de enseñarme a caminar de nuevo abandonando la silla de ruedas, quitarme el dolor permanente y neuropático del hombro, y convertir hoy en día mi espectro de dolor en un martirio puntual mucho más fácil de tolerar al ser algo disuelto en el tiempo y no como al principio, constante, hondo y sordo.
Después de ducharme llega uno de los momentos claves del día: vestirme yo solo, poniendo en práctica todas las estrategias que me enseñaron los profesionales de la terapia ocupacional. Ponerse una camiseta o abrocharse una camisa con una sola mano, se ha convertido en una de las tareas más complicadas y que más recursos requiere de mí, pues en ella confluyen diferentes variables como es el escenario de actuación espaciotemporal, que en mí ha cambiado totalmente. La verdad es que si me equivoco y no acierto a ponerme bien la prenda en el primer intento, la frustración y tristeza que siento acapara todo mi ánimo y me deja jodido ya todo el día. En cambio, si lo consigo, sé que empiezo con buen pie la jornada y me siento muy orgulloso y contento.
Mi día es una gimkana en la que voy superando pruebas y mi ánimo y moral chupan permanentemente de los resultados que vaya yo consiguiendo. Como un elixir alimenticio, activo mi creatividad a cada paso con la proa de mi nave siempre apuntando al porvenir.
Me busco la vida siempre lo mismo para alcanzar algo que necesito, gracias a mi bastón, que para levantarme de mi silla del despacho, haciendo cuña con mi pie izquierdo en la puerta del mismo mientras hago lo mismo con mi mano derecha en el embellecedor de madera del cerco de la puerta. Así, como los antiguos egipcios haciendo palanca, muevo el mundo y me muevo por el mundo.
La grabación del reportaje para “Aquí la Tierra”, en enero de 2017, permitió conocer a los espectadores de Televisión Española la considerable presencia de cigüeñas en Vallecas. (© Foto: ANTONIO LUQUERO / Vallecasweb.com)
El naturalista vallecano con sus incondicionales compañeros Leo y Panthera. (© Foto: VALLECASWEB.COM)
“Hapa na sasa. Aquí y ahora”, el libro autobiográfico de Luismi Domínguez, es una relato pormenorizado y divertidísimo que detalla sus viajes por Vallecas… y el mundo. (© Foto: ANTONIO LUQUERO / Vallecasweb.com)
Luego están los trabajos finos, como por ejemplo cortar pan con una sola mano y en esa acción me he descubierto —yo que me creía superdepredador de mi ecosistema— en un fitófago en toda regla generador de biomasa para otros. No hay nada más que ver el reguero de migas que dejo en mi derredor. Sin querer monto un gran quilombo panadero, con tan solo prepararme un bocata o pellizcar una barra para hacer barquitos en una salsa. Mónica se cabrea y con razón, pues es algo que aún no pudiendo evitar, la verdad es que nos obliga a limpiar constantemente. ¡O no!, pues hace unos días la fascinante y organizada vida de las hormigas me dio una lección, que como naturalista valoro de manera muy especial.
No me digáis cómo pero una mañana descubrí hormiguitas exploradoras, posiblemente pertenecientes al género camponotus, en mi parte de la mesa donde comemos. Algunas estaban tan solo en una operación típica de campeo, pero la mayoría ya iban cargadas transportando en sus quelíceros las migas del pan de mi noche anterior. Me llamó la atención pues, aunque se trata de una especie muy diminuta, jamás las había yo detectado dentro de nuestro hogar y menos en el tepuy venezolano de madera de nuestra mesa.
Al día siguiente las descubrí en plena acción colaborativa, trepando ordenadamente por una de las patas de nuestra mesa hasta la meseta que supone el tablero principal donde reposaban los restos harineros de mis desayunos, comidas o cenas. “¡Acojonante e increíble!” pensé yo mientras, con mi estupor, me mantenía en equilibrio sobre mi vara de fresno cretense observándolas.
No ignoro en la construcción de este relato varias cosas: nuestro hogar está en el piso catorce, o sea que si al menos hubiéramos vivido a pie de calle, la cosa tendría más lógica pues el origen de todo, el hormiguero, estaría relativamente cerca de las migas de pan fruto de mi actividad manca. Es como si yo tuviera localizada una tahona estupenda en las cumbres del Himalaya y me fuera cada día a comprar el pan a su ochomil superlativo.
En fin, estas cosas son las que me mantienen vivo y me mantienen enchufado a la vida. Renovar tu curiosidad es el mejor ungüento contra el estupor brasileño y comprobar, sin aplastarlas y respetuosamente, cómo unas criaturas minúsculas se desarrollan cada día resistiendo y encontrando sus razones para mover sus corazoncitos en los restos de mi lucha por mejorar y ser independiente, o dicho de otro modo, en el pan nuestro de cada día.
Feliz año 2024 tengáis todos. No bajéis la guardia y con estupor o sin él, seguid viviendo apasionadamente.
(*) En la imagen que abre esta información, Luis Miguel Domínguez durante la presentación en Vallecas de su libro autobiográfico “Hapa na sasa. Aquí y ahora”. (© Foto: ANTONIO LUQUERO / Vallecasweb.com)
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