20 Septiembre 2015
Un Cerro de ilusiones
REPORTAJE | Historia del Cerro del Tío Pío y el Parque de las ‘Siete Tetas’

Juan Jiménez Mancha | Vallecasweb
Vallecas tiene en el Cerro del Tío Pío, también conocido como Cerro de Pío Felipe o, de manera cariñosa, Parque de las Siete Tetas o simplemente Las Tetas, una de las mejores vistas de Madrid. El valor de su famoso Mirador es aún mayor si tenemos en cuenta su poco conocida historia: fue habitado durante más de setenta años por una población, en su mayoría inmigrante, que vivía en chabolas en condiciones penosas. Si el parque y la vista son excepcionales, no menos lo es la historia de un Cerro que llegó a cobijar a miles de personas que, ante la adversidad, conformaron con orgullo una especie de ciudad propia.
Los primeros pobladores
Aunque desde principios del siglo XX hubo alguna construcción aislada en la zona, conocida entonces como el Palomar de Rivera, no será hasta 1918 cuando se produzcan asentamientos que derivarían en la formación de un vecindario autóctono. Desde ese año, las familias que irán ocupando el Cerro se construirán sus propias chabolas, con frecuencia con la ayuda de vecinos. Eran casas bajas de una única planta que soportaban un estado y un entorno al límite de lo humano.
Se edificaban en una sola noche para sortear la presencia del ayuntamiento, y más desde 1958, cuando se prohibió la construcción de chabolas, de ahí que los moradores se valiesen de la ayuda de familiares y vecinos para finalizar rápidamente las obras. El problema no radicaba en la ocupación del suelo, porque las familias pagaban una pequeña renta a los propietarios de los terrenos, sino en la falta de licencia de construcción. Una vez levantadas ya no podían ser derribadas por las autoridades.
Las chabolas poseían una altura que rondaba los dos metros. En el mejor de los casos eran de mampostería con techos de uralita, pero había muchas edificadas a base de latas, cartones, madera o cualquier tipo de objeto. La superficie que ocupaban oscilaba entre los 30 y los 60 metros cuadrados, con una o dos habitaciones para alojar a extensas proles. El conjunto desprendía un cierto aire andaluz, al predominar las fachadas blanqueadas.
Eran viviendas similares a las que empezarían a aparecer por esos años en espacios como el Pozo del Tío Raimundo, el Puente de los Tres Ojos o en numerosas huertas y tejares vallecanos, pero más insólitas para la vista por la colina que servía de emplazamiento y, sobre todo, por las cuevas usadas como hogar, obtenidas gracias a profundas e ingeniosas excavaciones en la arcillosa tierra. Las mejores cuevas poseían interiores encalados y suelos enlosados con trozos de baldosa. Todas estaban cerradas por materiales dispares que configuraban puertas de entrada que servían, además, como único medio de ventilación. Sus abovedados techos rara vez llegaban a los dos metros, por eso se decía que parecían casas para liliputienses. Algunas menos profundas eran usadas como antesalas de chabola. Los conjuntos que conformaban los grupos de cuevas semejaban hormigueros o madrigueras.
En lo alto del Cerro, a continuación de las chabolas y cuevas, se extendían terrenos de cultivo que llegaban hasta la actual carretera de Valencia. La única vía de tránsito era la actual calle de Pío Felipe, entonces un maltrecho sendero, con frecuencia embarrado al igual que el resto de la colina.
La primera vivienda levantada en el definitivo asentamiento en el Cerro pertenecía a Pío Felipe Fernández, propietario de buena parte de los terrenos. Era una casa de cuatro habitaciones construida en 1918 que disponía de un establo, base de un lucrativo negocio de recogida de basuras y chatarra que reciclaba para un nuevo uso. Su humilde pero próspero negocio se convertiría en el punto más característico del lugar.
Pío Felipe Fernández era un hombre muy emprendedor. Había nacido en Piedralaves (Ávila) en 1862, aunque cinco años más tarde se trasladó con su familia a Vallecas. Estaba casado con Aniceta Budia de la Cruz, natural de Villalba (Cuenca), diez años menor que él e igualmente en Vallecas desde niña. Ambos eran muy populares; de hecho los dos llegarían a tener sendas calles con su nombre en la zona. Pese al carácter humilde de su negocio, Pío (Felipe de apellido) había ostentado en 1906 el cargo de vocal del Centro Instructivo Obrero Republicano de Nueva Numancia y Doña Carlota. En 1928 ocupaba el mismo puesto en el Centro Social Ciudadano y Ateneo de Vallecas.
El Cerro del Tío Pío estaba conformado por un enjambre de chabolas y cuevas de la más variada índole, agolpadas sin sentido alguno, con calles muy estrechas y sucias. (© Foto: Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, Fondo Fotográfico Martín Santos Yubero, sign. 21480)
En 1925 se conocía oficialmente el asentamiento como Barrio de Pío. En el padrón municipal de ese año figuraba bajo esa denominación como un núcleo propio. El Tío Pío, que encabezaba el listado de vecinos, estaba inscrito con el oficio de jornalero junto a su esposa y sus hijos solteros Demóstenes, Ángel, Mariano y Luis. La familia, según el padrón, llevaba residiendo en Vallecas sin interrupción ocho años. Todos los miembros sabían leer y escribir. En otra casa figuraba inscrito el hijo mayor, Eugenio, junto a su mujer y sus tres hijos. Llevaba nueve años en Vallecas.
En el Cerro existían empadronadas 90 personas, distribuidas en 22 viviendas. De ellas, 73 no sabían ni leer ni escribir. La práctica totalidad de matrimonios estaban formados por inmigrantes. La mayoría de los adultos procedían de pueblos de Cuenca, Guadalajara, Murcia y Madrid. Otros, en menor proporción, de Valladolid, y era unitaria la presencia de llegados de localidades de Ávila, Jaén, Segovia, Soria, Teruel y Alicante. Nacidos en Vallecas solo había un varón casado y casi todos los hijos de los matrimonios. No figuraba ni un solo hombre que no fuera jornalero. Estas primeras casas del Cerro eran más grandes que las edificadas tras la guerra; por lo general tenían tres o cuatro pequeñas habitaciones.
En 1930 varió ligeramente la denominación oficial del asentamiento y pasó a llamarse Colonia Pío Felipe. El nombre de Aniceta Budia aparece además al margen de las hojas del padrón como referencia del lugar. La vía de acceso se designaba ya Camino de Pío Felipe. Con Pío y Aniceta vivían entonces dos hijos solteros, Mariano y Luis. Otro casado, Nicolás, que no residía en la colina en 1925, había abierto casa; mientras que Eugenio, el mayor de los hermanos, seguía manteniendo la suya. En otra vivienda había empezado a vivir María Felipe Giménez, seguramente una sobrina de Pío.
En total figuraban ese año en el padrón 136 habitantes en 29 viviendas. A estos números habría que sumar los de las familias no empadronadas y los de otras casas cercanas que, aunque estaban en el Cerro, su domicilio oficial pertenecía a calles o espacios adyacentes, como sabemos que sucederá tras la guerra con el final de la calle Enrique Velasco y el Tejar de Luis Gómez, en la parte baja de la colina. También es posible que las viviendas más infrahumanas no fuesen tenidas en cuenta. A las procedencias antes indicadas, se había sumado gente nacida, sobre todo, en pueblos de Toledo y Zaragoza.
La colonia siguió creciendo en los años treinta. A modo de ejemplo, en mayo de 1935 el Boletín Oficial del Estado, llamado entonces Gaceta de Madrid, daba cuenta de la búsqueda por irregularidades en su desempeño “del cartero que fue de la Colonia Pío Felipe (Puente de Vallecas)”, llamado Ernesto Frutos Pedraja. Poco a poco el Cerro se iba conformando como poblado. Es posible que por entonces ya contara con alguna chabola con venta de comida y bebidas.
Enorme poblado marginal
El final de la Guerra Civil provocó la llegada a Vallecas de una ingente cantidad de inmigrantes venidos de todos los pueblos de España. Según el padrón de 1950, las provincias de origen mayoritarias en el Cerro eran, por este orden, Toledo, Jaén, Madrid, Guadalajara y Cuenca. En los cincuenta fue aún más notable el incremento de población. De las 544 personas que lo habitaban en 1950, se pasó nada más y nada menos que a 4.148 en 1960. Influyó en este crecimiento la anexión de Vallecas a la ciudad de Madrid en diciembre de 1950.
El Cerro fue adquiriendo fama de insólito reducto marginal. Compartía con el resto de Vallecas la mala imagen de foco de pobreza, delincuencia e inseguridad, pero el conjunto que ofrecía a los extraños era el de un lugar indignante pero único por su compleja fisonomía y las estrechas relaciones entre los vecinos. El poeta Pedro Garfias, en el prólogo de su libro de poemas titulado precisamente Cerro del Tío Pío, escrito en 1965, lo definiría como “el símbolo de todos los suburbios de España, de todos los suburbios del mundo”.
Más de 4.000 personas en un espacio tan reducido era una barbaridad. Solo en la planicie superior había más de 200 viviendas. En el Tejar de Luis Gómez y en la calle Enrique Velasco se multiplicó extraordinariamente el número de hogares. La falta de agua corriente, fuentes, lavaderos, alcantarillado, pavimento, luz en las casas y alumbrado público parecía clamar al cielo por una urgente solución.
El resultado urbanístico, además, era el de un enjambre de chabolas y cuevas de la más variada índole, agolpadas sin sentido alguno, con calles muy estrechas y sucias en las que, pese a todo, destacaba el colorido de los niños jugando en las calles, de los ancianos sentados charlando o tomado el sol, de las mujeres con sus faenas entrando y saliendo de las casas, o de los vendedores ambulantes vociferando su oficio. Solo dos o tres calles eran más anchas para acoger el tránsito principal. La falta absoluta de agua convirtió la figura del aguador, con su burro y cántaros a cuestas, en cotidiana. Surgieron pequeñas tiendas de comestibles y tabernas. Los escasos metros libres que quedaban servían de vertedero. La convivencia entre los habitantes, a pesar de la dureza de sus vidas, era ejemplar.Una vecina a la puerta de su cueva en el Camino de Valderribas (Cerro del Tío Pío, Vallecas). La mujer sostiene el número de expediente para la ficha del Censo de Infraviviendas de Madrid elaborado entre 1957 y 1963. (© Foto: Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, Fondo COPLACO)
Debido al aumento de población, se dejó el sistema de numeración de chabolas (chabola nº 1, nº 2, etc.) y se dio nombre a las calles. Nacieron así topónimos hoy míticos, como las calles de Picote, Pico Cueto, Puerto Vegarada, Monte Tejado, Villa de Dios, Wenceslao Pérez, Hermanos Merino, Sierra Boñal, Sierra Valcayo, etc. También pertenecían al Cerro dos calles homenaje a los primeros pobladores: la de Pío Felipe, que sustituyó al camino del mismo nombre en 1958, y la de Aniceta Budia. La transformación de camino en calle de la de Pío Felipe se debió a las obras de empedrado realizadas para mejorar el acceso al centro educativo que, abierto en marzo de 1958, iba a marcar en los años siguientes la historia del Cerro: el Colegio Tajamar.
La apertura del Colegio Tajamar, perteneciente al Opus Dei, agitó la vida del poblado. No en vano se edificó sobre buena parte de los terrenos del Cerro, en la planicie superior, quedando rodeado de chabolas y con la puerta de entrada frente a la humilde colina, con un Madrid al fondo repleto, en contraste con la actualidad, de descampados. Su inauguración oficial no se produjo hasta marzo de 1962. Los fundadores de este colegio recordarían siempre con cariño sus relaciones con los habitantes del Cerro, resaltando la miseria que les rodeaba y su honradez. Hasta el fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer, desde 2002 santo, evocó aquellos años con especial afecto. Como portero del colegio, se hizo popular la figura del Tío Julián, llamado Julián García, un hombre ya mayor que afirmaba haber sido cofundador del poblado en 1918, al haber llegado al Cerro acompañado del Tío Felipe para, en su caso, dedicarse a la agricultura y la ganadería.
El Cerro del Tío Pío era cada vez más conocido. Se produjeron algunas iniciativas caritativas para mitigar la miseria de sus niños. Al parecer, la famosa tenista Lilí Álvarez, primera española en ganar el título de Wimbledon, en 1926, solía acudir de incógnito con sus amigas a socorrer a la población infantil. La ayuda más sonada tuvo lugar en enero de 1962, cuando el mercante Miguelín Pombo desembarcó en el puerto de Bilbao procedente de Londres con 1.742 kilos de ropa donados en exclusiva para los niños del Cerro. Las gestiones las había llevado a cabo la Embajada Británica en Madrid.
En marzo de 1962 se inauguró la Guardería-Escuela Nuestra Señora del Carmen, con la asistencia del alcalde de Madrid, el conde de Mayalde. El centro, construido con material prefabricado, fue patrocinado por la Cruz Roja. Los niños comían en la clase, transformada en comedor. Fuera del colegio, si no estaba ocupado por los mayores, podían jugar en el campo de fútbol que, sorprendentemente, había en el propio Cerro.
En junio de 1960, el conde de Mayalde inauguró cuatro fuentes públicas, de las que pronto solo dos mantendrían su uso, y años más tarde una. Atrás quedaba, de momento, la visita ocasional de camiones cisterna para suplir la existencia de tan vital elemento, aunque en 1973 era habitual de nuevo su presencia. En agosto de 1963 se instalaron en las principales calles las primeras farolas, pero eran pocas y apenas se sustituían las bombillas fundidas. La luz eléctrica no llegó de manera definitiva al Cerro hasta finales de la década de los sesenta. En diciembre de 1965, en un modesto barracón de unos cien metros cuadrados, se inauguró la parroquia de San Alberto Magno, confiada a sacerdotes del Opus Dei. Su primer párroco, el cura José Luis Saura, se convirtió pronto en un personaje muy querido por su ayuda a la gente del poblado. La iglesia fue reinaugurada en noviembre de 1979 en el edificio y terrenos que ocupa en la actualidad, en el barrio de Jesús Divino Obrero. En 1967 se construían los primeros lavaderos públicos en la colina.
A finales de los sesenta era menor el número de viviendas merced a derribos tan importantes como el del Tejar Luis Gómez, en 1966. Sin embargo, nuevas chabolas levantadas con materiales más adecuados, como ladrillo y teja, aprovecharon algunos de los numerosos huecos producidos. Las chabolas y cuevas abandonadas, por su parte, fueron ocupadas por gente sin medios siquiera para pagar alquiler alguno, por mínimo que fuese. El resultado, no obstante, fue que en 1973 había descendido la población a cerca de 2.500 habitantes, distribuidos en 657 viviendas, de las cuales en torno a 300 estaban en unas pésimas condiciones.
Últimos años y desaparición
Las generaciones de nacidos en el Cerro que eran jóvenes en los años setenta compartían un mayor nivel cultural. Había entonces en la colina un buen número de licenciados o universitarios, técnicos, profesores, administrativos y trabajadores cualificados, aunque prevalecían los obreros de la construcción y los empleados en el sector de servicios. Los peores trabajos eran para las personas que vivían en el Tejar de Luis Gómez, de nuevo en pie ocupando cuevas escandalosamente infrahumanas. El enemigo emergente era ya, al igual que en el resto de Vallecas, el paro.
Entre los jóvenes fueron anidando los ideales sociales y políticos contrarios al régimen de Franco y sus secuelas. Esta nueva juventud, más preparada y combativa, se mezcló sin complejo alguno con los “Tíos” mayores del lugar, para disfrutar y aprender de su peculiar y sabia filosofía. Mucha gente del Cerro participó en el fuerte movimiento vecinal surgido en Vallecas a finales de los sesenta, concretado en la creación de numerosas asociaciones de vecinos. Uno de los objetivos prioritarios era la lucha por una vivienda digna. La Asociación de Vecinos del Cerro del Tío Pío tendría una meritoria participación en el informe de autoría compartida con las asociaciones de Palomeras, Alto del Arenal, Los Huertos y El Olivar que logró que fuese modificado en 1976 el Plan Parcial de Vallecas, un plan que facilitaba la expulsión de los habitantes de las viviendas más modestas.El Parque del Cerro del Tío Pío se construyó sobre los escombros dejados tras el derribo de las antiguas chabolas. Su privilegiada situación permite disfrutar como en ningún otro sitio del paisaje de la ciudad de Madrid y la sierra del Guadarrama. (© Foto: A. LUQUERO / Vallecasweb.com)
Uno de los habitantes del Cerro en aquellos años fue el cantautor Luis Pastor, que en dos etapas de su vida, una de diez años, residió en el poblado, y donde, según él mismo confesó, pasó “los mejores años de su juventud”. En el pregón de las últimas Fiestas del Carmen 2015, el cantautor extremeño, vallecano de corazón, volvió a dejar asomar la emoción que le embarga cuando evoca la convivencia en la colina.
La decisión de erradicar el poblado, para poner freno a sus inhumanas condiciones de vida, obtuvo un fuerte impulso en las esferas próximas al poder en 1967, con la creación de la Cooperativa de Nuestra Señora del Cerro, iniciativa de José Luis Saura, el cura de San Alberto Magno. Este sacerdote defendía con ahínco la idea del derribo pero solo a cambio de viviendas para todas las familias, tuviesen o no dinero. Gracias a sus gestiones, la Cooperativa Jesús Divino Obrero, dedicada a la edificación de hogares para trabajadores por todo Madrid, entregó entre 1974 y 1975 la cantidad de 1.189 viviendas, 600 de ellas adjudicadas a vecinos del Cerro que en su mayoría habían cobrado sus montepíos laborales. Fueron levantadas en la cumbre de la colina, frente al Colegio Tajamar.
Aún quedaban por entonces unas 500 familias en el poblado. En octubre de 1977 se constituía la empresa mixta OREVASA (Ordenación y Realojamiento de Vallecas, S.A.), formada por varios organismos oficiales y asociaciones de vecinos. Esta empresa canalizaría desde mediados de 1979 el realojo de 12.000 familias en el conjunto de Vallecas, con iniciativas enmarcadas en el llamado Plan de Remodelación de Barrios. Las viviendas beneficiadas pertenecían al Cerro del Tío Pío, Palomeras Sureste, Alto del Arenal, Pozo del Tío Raimundo y barrio de Doña Carlota. Numerosas protestas y manifestaciones se sucedieron en defensa de los intereses de aquellos afectados que se sentían perjudicados.
El 6 de mayo de 1980 COPLACO (Comisión de Planeamiento y Coordinación del Área Metropolitana de Madrid) aprobaba el proyecto de expropiación de los bienes y derechos que existían en el Cerro. El Boletín Oficial del Estado publicó en el mes de septiembre siguiente la relación de propietarios citados para examinar el expediente creado y formular alegaciones. La lista se publicó por número de parcelas, sumando un total de 506. De bastantes de ellas se desconocía el nombre del propietario, y para algunas se remitía a los herederos de las personas que figuraban como dueños. Como curiosidad, la parcela número 158 pertenecía todavía a Pío Felipe Fernández, es decir, al mismísimo Tío Pío. ¿Sería posible, sabiéndolo, concretar hoy en qué lugar exacto se encontraba su legendaria vivienda?
A finales de 1980, en medio de más acciones de protesta, se iniciaron las expropiaciones. La mayoría de los vecinos fueron realojados en abril del año siguiente en el polígono de Fontarrón. OREVASA, mientras, esperaba la asignación de presupuesto por parte del Ministerio de Obras Públicas y Vivienda para la construcción de casas en el Cerro del Tío Pío. Todavía no había nacido la idea de levantar un parque en la colina.El actor Hugo Silva, a la izquierda, durante el rodaje de "Dioses y perros", con las viviendas de Fontarrón al fondo. (© Foto: VALLECASWEB)
Por su parte, los últimos habitantes del Cerro no querían abandonar sus hogares y, apelando a una “deuda social” histórica, reclamaban a OREVASA la concesión de viviendas gratuitas para desahuciados. Se sucedieron nuevas manifestaciones. El 26 de febrero de 1982, según la prensa, más de cien policías acudieron a una chabola para poner fin a un encierro de nueve horas concluido con la promesa de entrega de un piso. El 1 de diciembre de 1983, los residentes en cinco chabolas y los dueños de un taller mecánico, todos en la calle de Pío Felipe, se enfrentaron a la policía también por no querer acatar las órdenes de desalojo recibidas. Hubo varios heridos de consideración. Pese a continuar las acciones de protesta, el Cerro quedó poco a poco totalmente deshabitado.
El Parque del Cerro del Tío Pío
Nunca se llegaron a construir las viviendas en el Cerro. En 1983, las competencias del Ministerio de Obras Públicas y Vivienda pasaron a la Comunidad de Madrid, administración recién nacida. El primer gobierno regional madrileño creó en 1984 el IVIMA (Instituto de la Vivienda de Madrid), que asumió las competencias en materia de vivienda. Este organismo decidió la construcción casi al unísono del Parque Lineal de Palomeras, del Parque Sur de Palomeras y del Parque del Cerro del Tío Pío. Los autores de los tres proyectos fueron los arquitectos urbanistas Manuel Paredes Grosso, José Manuel Palao Núñez y Julián Franco López y los ingenieros Arturo Soto Cuesta y José Luis Orgaz, este último encargado además de las obras. El primero de ellos, el gaditano Manuel Paredes Grosso, que ejercía el cargo de director técnico de OREVASA, coordinó y dirigió los equipos y proyectos.Construcción del futuro Museo de Bomberos junto al Parque de Bomberos de Vallecas, en el Cerro del Tío Pío. (© Foto: A. LUQUERO / Vallecasweb.com)
Las obras del Parque del Cerro del Tío Pío se iniciaron en 1985. Lo primero que se encontraron las excavadoras fueron escombros de las chabolas. Manuel Paredes decidió entonces dejar estos restos para cubrirlos de tierra e hierba y ahorrar así el traslado a vertederos. Pocos visitantes del Cerro saben hoy que pisan restos de pura historia de Vallecas; que bajo sus pies se ocultan años de lucha por una vida decente. Nacieron así los sinuosos y originales montículos, bautizados por los vallecanos como tetas, cada una de ellas un agradable y reservado espacio para compartir charlas (y besos) y disfrutar de las espectaculares vistas que ofrece el lugar. Cada teta viene a ser como un palco privado, un palco de naturaleza.El actor vallecano Víctor Sevilla —a la izquierda— y el también actor Andrés Arenas, en una entrevista realizada para Vallecasweb con motivo de la grabación de la serie “Vive Cantando”. La imagen está tomada en la calle de Carlos Solé, frente al Instituto Tirso de Molina, en el mismo lugar donde se encontraban las antiguas cuevas del Cerro del Tío Pío. (© Foto: A. LUQUERO / Vallecasweb.com)
El resto del parque quedó supeditado a los montículos y a las vistas. Los caminos serpentean las colinas y la flora es muy ajustada. El verde del césped sobresale entre un arbolado donde despuntan los plátanos que acompañan a los caminos y los pinos, las moreras y las acacias. El Mirador corona la cúspide. En él se encuentra el principal ornamento del parque: la escultura “Triángulo real ilusorio”, del gaditano Enríquez, rodeada de asientos para disfrutar de las vistas. Un kiosco de comidas, junto a una zona de ocio para niños, completa la parte alta del Cerro. En el perímetro de la parte Este, quedan integrados el Centro de Salud Buenos Aires y el Parque de Bomberos de Vallecas, también Museo de Bomberos de Madrid; y en la parte baja, entre otros, el Centro de Recuperación de Personas con Discapacidad Física, la Fundación Lesionado Medular y varios equipamientos deportivos. Justo al otro lado de la calle de Pío Felipe, transcurre un ramal del carril bici que rodea gran parte de Madrid.
El Parque del Cerro del Tío Pío, que ocupa unas 17 hectáreas, se inauguró el 13 de mayo de 1987. Poco a poco fueron adquiriendo fama sus magníficas vistas, dadas a conocer como primicias de manera abrumadora con la llegada de las páginas web, blogs, Facebook, etc. Las redes sociales están inundadas de fotografías del lugar, en particular centradas en sus preciosos atardeceres. El sector audiovisual no sería ajeno a esta moda. Las cámaras de cine han aprovechado el paraje para exteriores excepcionales de la ciudad.Los actores Gorka Otxoa y Esperanza Elipe en el Cerro del Tío Pío durante el rodaje de una secuencia de “Vive Cantando”, serie que Antena3 Televisión grabó íntegramente en Vallecas. (© Foto: A3MEDIA / Vallecasweb.com)
Si Nueva York tiene en sus planos desde helicópteros el icono por excelencia de la glamurosa vida entre rascacielos, Vallecas ofrece desde su Mirador una estampa modélica de la vida cotidiana de la clase media española. Películas como “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto” (Agustín Díaz Llanes, 1995), “El otro barrio” (Salvador García Ruiz, 2000), “Fuga de cerebros” (Fernando González Molina, 2009) o “Dioses y perros” (David Marqués, 2014), por ejemplo, poseen escenas rodadas en el Cerro, al igual que series de televisión, como la reciente “Vive Cantando” (Antena3 Televisión, 2013).
Más que un Mirador de edificios
Desde el Cerro del Tío Pío se tiene una de las vistas más completas de Madrid y de su historia. La panorámica llega hasta el Cerro de los Ángeles, en Getafe. Al fondo podemos divisar los rascacielos de la ciudad, desde los existentes en el complejo AZCA hasta las cuatro torres próximas a la Plaza de Castilla. Entremedias, los campanarios de las viejas iglesias, los edificios de la Plaza de España, el edificio Telefónica en la Gran Vía, “el Pirulí” o el Parque del Retiro. Y más próximas, las viviendas levantadas en torno a la M-30. Al fondo, la sierra; y arriba, el famoso cielo de Madrid, el mismo que sedujo a Antonio López, con obra pintada desde el Cerro que preside la Asamblea de Madrid, también en Vallecas. Podemos pasear, sentarnos o tumbarnos en el césped, que jamás dejaremos de percibir la imponente imagen de la ciudad; no hay nada delante que nos perturbe.Una mujer pasea con su silla de ruedas por uno de los sinuosos paseos que serpentean a lo largo del Parque de las ‘Siete Tetas’. Pese a su complicada orografía, el parque está adaptado para que pueda ser utilizado por personas con movilidad reducida. (© Foto: A. LUQUERO / Vallecasweb.com)
Un grupo de personas practica gimnasia en el Mirador junto a la escultura “Triángulo real ilusorio”, del gaditano Enríquez. (© Foto: A. LUQUERO / Vallecasweb.com)
En primer término, la historia de un barrio en lucha permanente por vivir, por crecer, por ser escuchado, por no ser ignorado. Las distintas colonias vallecanas que rodean al Mirador son vestigios de la lucha por una vivienda digna. Frente a nosotros, podemos contemplar colonias como la de Santa Ana y la de los Taxistas, o el barrio de Fontarrón. Tras los edificios se adivina la avenida de la Albufera, arteria principal del Puente de Vallecas, un distrito, todo hay que decirlo, de urbanismo caótico. A nuestras espaldas, Las Marismas. Y bajo nuestros pies, los restos de centenares de cuevas y chabolas convertidos con acierto en “tetas”.
Entre las casas que tenemos enfrente observamos un trozo de un estadio de fútbol, sede del otro gran motivo de orgullo de los vallecanos: el Rayo Vallecano. El Cerro del Tío Pío y el Rayo Vallecano son hoy en día los dos grandes emblemas de Vallecas. El Puente de Vallecas es el único barrio de España con un equipo de fútbol en Primera División. Su historia comprende más de 90 años de graves problemas económicos, de lucha constante por proporcionar alegrías a su barrio y por no desaparecer; y de ilusiones, como la historia del Cerro del Tío Pío, como la Historia de Vallecas.
NOTA DE LA REDACCIÓN
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(*) En la imagen que abre esta información: vista desde el Cerro a finales de 1963, en la época de mayor número de chabolas. (© Foto: Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, Fondo Fotográfico Martín Santos Yubero, sign. 21480)
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Comentarios (36)
Angeles
Esperanaza
Super User
Estimada Esperanza, Las Marismas sí aparece reflejado entre los barrios del entorno del Cerro del Tío Pío, justamente en el penúltimo párrafo del artículo, junto al resto de colonias del entorno.
Saludos desde Vallecasweb!!
Juan Jiménez Mancha
Marga González Moreno
Nano Rabadán
Rafael E. Vilas Garcia
Emma Riaño
Paqui
Jose castro moscoso
Aquella gente es digna de admiración. Salieron de sus casas en busca de algo mejor. Empezaron con cero pesetas, construyeron su "choza" donde vivirían con sus hijos. Trabajaron y lucharon contra todo para que sus hijos comieran y fueran al colegio. Y después de no desfallecer ni un momento, consiguieron una vivienda digna. A eso se le llama buscarse la vida.
Sumo mi admiración a todos los que emigraron primero a los países sudamericanos y más tarde a Europa. Con pocos estudios, sin saber una palabra del idioma que deberían utilizar, sin una profesión aprendida y allá se fueron. Ganaron mucho dinero y ayudaron mucho a levantar el país. Además de mandar divisas que eran muy importantes, no ocupaban los puestos de trabajo que ocupábamos los que nos quedamos en España. Los que regresaron construyeron su casa y montaron algún negocio.
Me río cuando alguien dice que "pobre juventud actual". Que tiene que emigrar. Y yo pienso: tienen estudios superiores, se defienden en algún idioma, son gente cualificada, entonces ¿dónde esté el problema?
Les digo que salgan, que vivan la aventura natural de la juventud, que aprendan de otras culturas y gentes con diferente educación, que se integren en la Sociedad mundial y que crezcan como ciudadanos del mundo. Pero claro: viviendo con papá y mamá se está mejor. Nunca les faltó de nada, viviendo de ellos, estudiando y divirtiéndose hasta los veinticinco años y si tienen que emigrar, "POBRECITOS". A ESPAÑA NO LA LEVANTARON LOS POLÍTICOS YA FUERAN DICTADORES O DEMOCRÁTICOS. A ESPAÑA LA LEVANTARON LOS ESPAÑOLES CON SU TRABAJO, DENTRO O FUERA DE SUS FRONTERAS. LA VIDA ES UNA AVENTURA Y COMO TAL HAY QUE VIVIRLA. CADA UNO LA SUYA. NADIE PUEDE VIVIR LA VIDA DE OTRO.
Creo que me he liado un poco, pero si mi comentario no sirve, ya saben lo que tienen que hacer. Saludos.
Pedro Serrano
Me siento orgulloso de esta barriada y sus gentes porque forman parte de esa gran familia sufridura y luchadora por sus derechos que nunca se rendió, y que son las raíces de ese sentimiento de ser vallekano y de pertenecer a un barrio con tanta historia como es el de Vallekas.
Antonio
Fernando
Pedro Rodriguez
Gracias por toda esta informacion que a mi madre y a mi, nos alegrado recordar, aunque algunas fechas, según me dicen, no coinciden bien.
antonio hernandez
Saludos!
Marisa Sesé
Narci
Juan Jiménez Mancha
Juan Angel Nieto
Miguel Angel
ines María
Miguel arias lin
Beatriz
Juan Jiménez Mancha
Francisco Palomo Ruiz
Francisco Palomo Ruiz
Y jugábamos al fútbol en un escampado llamado Los Tubos, junto a los depósitos de agua que estaba situado donde está la residencia de mayores y la Federación Madrileña de Fútbol.
Francisco Palomo Ruiz
Francisco Palomo Ruiz
Juan Jiménez Mancha
Maria
El chichi
Margarita Felipe
Juan Jiménez Mancha
Nieves Felipe
Juan Jiménez Mancha
Javier
Algunos fines de semana que mi padre tenía guardia, íbamos allí toda la familia, a pasar una especie de tarde campestre. Por el camino pasábamos por un poblado de chabolas (supongo que el cerro del Tío Pío) y recuerdo también que, al lado de la emisora, había una especie de gran cráter en el suelo, en cuyas paredes se habían excavado cuevas para usarlas como viviendas.
A mí me encantaban aquellos días en que mi padre me enseñaba "la máquina de escribir que escribe sola" (un teletipo) y podía montar en mi recién estrenada bicicleta sin peligros (allí aprendí a montar en bici, a mis 10 años).
He pasado recientemente por la zona para intentar localizar la situación exacta de la citada emisora, pero he fracasado estrepitosamente; nada es como en mis recuerdos, claro.
¿Alguien me podría ayudar? Como referencia, diré que, fuera del pequeño edificio, había una antena de hierro enorme (al menos a mí me lo parecía en esa época), pintada de rojo y blanco.