08 Noviembre 2015

El ratón que no pudo ver la victoria del Rayo Vallecano

Publicado en Deportes

Un ‘fallecido’ en el Estadio de Vallecas

Antonio Luquero | Vallecasweb
Hay historias que, por su grandeza, merecen ser contadas, y otras que, por su pequeñez, nos pasan inadvertidas. Éste es el relato de un suceso acontecido en el último Rayo Vallecano – Granada CF, un hecho que fue verdad pero que casi nadie vio. Mientras Javi Guerra se convertía en héroe con dos goles que levantaban el estadio, a su lado, a escasos metros, otro ‘héroe’ anónimo y diminuto se dejaba la vida.

Esta es la historia de un ratón llamado Miguel (¿por qué la mayoría de los ratones se llama Miguel?) y comienza y termina el pasado sábado, cuando Miguel cometió la osadía de hacerse visible en el Estadio de Vallecas mientras se disputaba el partido Rayo – Granada.

Nadie sabe cómo logró pasar ni quién le facilitó el acceso, pero ahí se plantó, en la Tribuna Baja de la Avenida de la Albufera, correteando de acá para allá y deambulando de aquí para allí, tal vez en busca de su asiento, a lo mejor a la caza de su pandilla de amigos, también ratones vallecanos.

Seguramente, Miguel salió de casa sin decir a sus familiares que se iba al fútbol. Tampoco que estaría en Vallecas, el estadio preferido por los ratones de alcantarilla, los parias de todos los ratones. Posiblemente, Miguel no quiso preocupar a su familia.

El hecho de que Miguel fuera tan diferente al resto de espectadores no le ayudó precisamente, de ahí que en el minuto 30 de la primera mitad su presencia se hiciera notar. Los aficionados de las primeras filas de la Tribuna Baja de la Avenida de la Albufera se ponían de pie, a su paso, como los elefantes en la película Dumbo, al grito de “¡Un ratón, un ratón!”.

Miguel correteaba la banda a toda velocidad haciendo competencia a las galopadas de Javi Guerra, el otro héroe del partido. Y recibía algunas zancadillas con intentos de pisotón. Tras esquivar los primeros peligros, se mantuvo agazapado algunos minutos junto a unos cables de televisión, que le protegieron de los furibundos hinchas.

Pero el ruido y la apabullante luz rompieron su instinto de conservación y le hicieron volver al lugar equivocado. Corriendo la banda, de nuevo bajo los pies de los aficionados de la fila 1, Miguel recibió toda suerte de patadas, pisotones y empujones, hasta que una bota certera lo aplastó contra el cemento.

Malherido de muerte y ante la mirada de varios aficionados, que se levantaron sobre la valla para confirmar la expulsión del intruso, Miguel fue a morir más allá de la barandilla, junto a una pancarta escrita en chino con el lema: “¡Aupa Rayo, Ánimo Dudú!”.

Miguel agonizó durante varios minutos eternos, mientras un hilillo de sangre goteaba de su nariz y brotaba por su boca. Un charquito de sangre diminuto ante la inmensidad del Estadio, una sangre roja intensa, diríamos que franjirroja, similar a la que impulsa nuestros corazones.

Miguel murió, tras una agonía angustiosa, como una vulgar rata. Nadie llorará su muerte, ni habrá un minuto de silencio por su pérdida en el próximo partido. Miguel era un intruso, un ratón de alcantarilla, el espectador número 10.143 que el marcador no registró (¡malditos tornos!). Miguel murió espachurrado en el Estadio de Vallecas porque tal vez quiso ser uno de los nuestros. Y no lo consiguió.

Cuando llegaron las fotos, como la que ilustra este comentario, un vigilante de seguridad aprovechó las hojas tiradas de un folleto publicitario para, con los pies, cubrir el cuerpo de Miguel —el ratón que osó saltarse todos los controles de seguridad— y esconderlo de las miradas y las cámaras fotográficas, ¡qué desfachatez! Cumplía con la máxima que rige nuestras vidas: sin cuerpo, no hay delito; ojos que no ven, corazón que no siente; y no hay mierda que no pueda esconderse debajo del felpudo.

Tal vez lo que les acabo de contar sea una metáfora —o tal vez no— de lo que está aconteciendo en Vallecas en los últimos tiempos, pero sucedió. Un estadio por cuyas grietas se cuelan los ratones, pero cuyas puertas son inexpugnables.

Mientras haya ratones dispuestos a no abandonar el barco, no hay peligro de hundimiento. Miguel fue, es, y será, uno de ellos, uno de los nuestros. A lo mejor necesitamos en este Estadio más ratones de alcantarilla y menos gatos siameses. O una remodelación en profundidad de toda la instalación, quién sabe...

(*) En la imagen que abre esta información: el ratoncito Miguel agoniza sobre el cemento del Estadio de Vallecas. (© Foto: A. LUQUERO / Vallecasweb.com)

Comentarios (3)

  • Pedro Serrano

    Pedro Serrano

    08 Noviembre 2015 a las 22:38 |
    Miguel el ratoncito, es el resultado del fanatismo y la sinrazón de muchas personas que más allá de protestar o reivindicar lo que necesitan se vengan y maltratan a los más indefensos. Mal ejemplo.
    La metáfora es del todo punto cierta, se nos "cuelan" ratones y no de armario precisamente por todas partes. Sin más para acceder y pasar a tu localidad te cachean y tienes que identificarte al menos hasta dos veces...y, si vas al servicio un par de veces más...!!Incomprensible pero cierto!!
  • Gabriel

    Gabriel

    14 Noviembre 2015 a las 13:50 |
    Este artículo es vomitivo.
    Qué gracioso le resulta a algunos que la reacción de la gente al ver un ratón en un estadio sea aplastarlo y dejarlo morir desangrado. Lo normal en una persona mentalmente sana sería escribir uno para intentar abrir un debate entorno a esto. Qué tipo de gente y sociedad hace eso con un animalito que no hace daño a nadie.
    Es igual de grave que hacerlo con un perro o un gato.
    Nos queda tanto por avanzar...
  • Pedro Serrano

    Pedro Serrano

    15 Noviembre 2015 a las 19:30 |
    Gabriel estoy contigo.
    Una sociedad que maltrata a los animales es una sociedad enferma y que no entiende el dolor ajeno aparte de la incultura y escasa formación que ello representa. No podremos avanzar cómo bien dices, mientras haya gente que se divierte acosta de los pobres e indefensos animales.

    Un abrazo.