Antonio Luquero | Vallecasweb
El Rayo jugará definitivamente en Primera División un año más ¡Enhorabuena! Si el fútbol es un trabajo en equipo, en un Club humilde como el Rayo hay que empezar a felicitar por el utillero –que además es famoso- y terminar haciéndolo con el propio presidente, Raúl Martín Presa. Cada uno cumple su función, y cada uno tiene su papel, aunque a veces el papel se moje.

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La temporada que el Rayo acaba de terminar no habría concluido con un final feliz de no ser por el apoyo incondicional que los aficionados prestaron al equipo, en los buenos momentos —que fueron escasos— y en los malos —la mayor parte de la temporada—. La afición del Rayo es modesta, como el Club, pero inmensamente grande en lo deportivo y con unos valores que los hinchas de los equipos grandes desconocen completamente. Peor para ellos.

El Rayo cuenta con un presupuesto escaso que le impide hacer fichajes de relumbrón o que permitan asegurarse un rendimiento deportivo aceptable. Contar con catorce jugadores nuevos cada temporada, que pueden llegar a veinte si se añaden los llegados en el mercado de invierno, no es nada fácil. Entre ellos los hay buenos, regulares, malos e incalificables.

Que estos veinte tipos, que no se conocen entre sí, terminen jugando, hilvanando jugadas y realizando el juego que el entrenador pretende inculcarles, es todo un logro, por no decir un milagro. Algunas veces cuesta menos y otras, como este año, han de pasar 25 jornadas para que la máquina empiece a funcionar.

El Rayo ha contado con un cuerpo técnico cuya cabeza visible es el “cabezón” de Paco Jémez. Cabezón por cabezota, por convicción y creencia en su papel. Se encontró con una plantilla distinta a la del año pasado y se empeñó en hacerla jugar igual o mejor que la del mejor Rayo de la historia. Y lo pregonaba habitualmente: “Meteremos goles no por acierto, sino por pesados”, y así fue. Si eso no tiene mérito, ya me dirán ustedes qué es hacer méritos en el fútbol.

Raúl Martín Presa llegó a Vallecas hace tres años con el sambenito marcado en la solapa de “testaferro de los Ruiz-Mateos”. Con la entidad inmersa en un concurso de acreedores ha conseguido, pese a las dudas generadas, que el Rayo siga existiendo merced a una especie de “economía de guerra” en la que no se gasta más de lo que se ingresa, que realmente es muy poco. Además, de aquello que se ingresa ha decidido reservar cerca de 25 millones de euros para posibles contingencias motivadas por el pago a proveedores y demás deudas con Hacienda y la Seguridad Social. Desde que llegó a Vallecas, se habla menos de economía y de la posible desaparición del Club, aunque sigue teniendo cuentas pendientes con una parte de los aficionados.

Martín Presa saltó a los medios el día en que a Vallecas se le “fundieron los plomos” en un encuentro contra el Real Madrid. El papelón que representó le generó una serie de enemistades entre parte de la afición que aún no se han resuelto. Entre ellas destaca el dilema de quién fue quien denunció a trece aficionados que terminaron en el trullo, dos de ellos actuales accionistas del Rayo Vallecano.

Martín Presa y Felipe Miñambres han acertado sin duda en lo deportivo, pero el presidente ha conseguido que Vallecas no se llene merced a una política de abonos “aparentemente” desafortunada. Me atrevo a calificar esa política de desacertada con la convicción de que el cuerpo me pide que diga que es “muy” desacertada, pero hay datos que el Club debería aclarar para poder asegurarnos de que las cosas tienen que ser, o no, como ellos deciden a principo de temporada.

A día de hoy, no sabemos cuánto ingresa el Rayo por abonos y cuánto por taquilla. Tampoco sabemos cuánto se ingresaría si se llegara a los 12.000 abonados —tras el consiguiente ajuste de precios— y cuánto se dejaría de ingresar por taquilla al haber más asientos ocupados durante toda la temporada. Desconocemos cuánto se ingresa por las promociones a 9´95 euros y cuánto se ingresaría si desaparecieran esas promociones con un Estadio lleno de abonados y las entradas de toda la temporada vendidas a su precio oficial.

A día de hoy, Martín Presa ostenta la práctica totalidad de las acciones y teóricamente no tiene por qué dar explicaciones a nadie, salvo a sí mismo. Pero esto es fútbol, fútbol moderno, ese en el que se suman el negocio y las emociones. El negocio pertenece a los dueños, pero las emociones son patrimonio de los clientes, que son los aficionados. Y es preciso que el negocio y las emociones se conjuguen a partes iguales para que el barco reme en la dirección adecuada. En Vallecas desconocemos muchas cosas de la gestión del Rayo, y ello genera desconfianza.

Durante el último partido, los aficionados "remaban" a su aire mientras inundaban de papelitos el Estadio de Vallecas. El monumental tifo produjo quince minutos de retraso en el inicio del partido frente al Athletic y ello puede provocar, si los organismos recaudadores lo tienen a mal, una sanción. Vallecas fue una fiesta en la que los aficionados tomaron la iniciativa. Llenar de papelitos un campo e intentar frenarlo desde megafonía es como decirle a un niño que no juegue más con la pelota, porque al final terminará rompiendo un cristal.

Nunca entenderé por qué se puede suspender un partido porque se tiran papelitos, y sin embargo no se suspende el inicio de un partido cuando los aficionados no han terminado de entrar al estadio porque se encuentran atrapados en una ratonera llamada “puerta número 1”. Si en cualquier negocio el cliente siempre tiene razón, en el fútbol es siempre lo contrario, o sino que se lo digan a los cientos de abonados que vieron su asiento usurpado tras la avalancha de “leones” ávidos de sentarse en un lugar donde presenciar el partido. Tal vez con más acomodadores todo se habría solucionado, pero aquí parece prevalecer el “como usted ya pagó en agosto, ahora búsquese usted la vida”.

Y seguimos con los papeles; para papel “papelón” el de Raúl Martín Presa, que parece no haber encontrado aún al culpable de que la valla se cayera en el último encuentro en Vallecas, y ya van dos: no sabemos quién cortó los cables, y tampoco sabemos quién soldó las vallas. A este paso, seguiremos sin saber quién y con qué criterios se pone el precio de los abonos cada temporada con el resultado "exitoso" de menos de un 65 por ciento de asientos ocupados.

En su papel está poner remedio a estas situaciones y llegar a un acuerdo con la Comunidad de Madrid para que poco a poco, sin prisa pero sin pausa, con la provisión de los fondos necesarios, se subsanen las deficiencias de nuestro Estadio y comience una fase de modernización que parece, más que necesaria, urgente.

Y ya para terminar, y hablando de papeles, quiero "felicitar" a Eva Durán, concejala presidenta de la Junta Municipal del Puente de Vallecas por su papel, otro “papelón”, en este caso “secante”, que impide que para celebrar las Jornadas Rayistas pueda utilizarse como recinto la calle del Payaso Fofó. Será por el ruido, será por las molestias, será porque los vecinos no quieren, qué será-será, pero a los aficionados del Rayo que les den por ahí, a ser posible, lejos.

Me pregunto si la Junta Municipal estaría igual de "insensible" si fuera el Papa Francisco venido desde el mismísimo Vaticano quien pidiera permiso para evangelizar Vallecas, y para ello hubiera que cortar la Avenida de la Albufera y aledaños. Me pregunto y me pregunto, y no veo más que papeles, papelillos y papelones…

(*) En la imagen, un empleado del Rayo Vallecano se afana por retirar los papeles caídos sobre el estadio antes del inicio del encuentro frente al Athletic de Bilbao. (© Foto: HÉCTOR SÁNCHEZ / RayoHerald.com)

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