Antonio Luquero | Vallecasweb
Hay quien acude al fútbol como quien va a un concierto de Bisbal. No le importa la hora del evento, está mentalizado para guardar grandes colas antes de acceder al recinto, e incluso está dispuesto a tragarse el recital de los teloneros, grupo que por lo general tocan canciones que te traen al pairo.

En el fútbol pasa otro tanto de lo mismo. Existen aficionados que van a ver los partidos esperando que suceda todo aquello que les han contado debe suceder, porque “parece” estar incluido en el precio de la entrada que acaban de pagar.

Hace tiempo que Vallecas y el Rayo se han hecho famosos por dos motivos: lo bien que juega el equipo, plantando cara incluso a los grandes, y el ambiente fantástico que se vive en la grada durante todo el partido. Sobre lo uno y lo otro habría mucho que hablar, pero me voy a centrar en lo segundo porque es la “comidilla” de todo Vallecas en los últimos días.

Tras la decisión de desalojar el cuarto donde Bukaneros guardaba su material de animación y megafonía, el grupo ha decidido dar la callada por respuesta. Las consecuencias de la medida se vivieron ayer durante el encuentro frente al Córdoba: el fondo se mantuvo en silencio y no mostró ningún tipo de símbolos ni pancartas.

Les decía al principio que había aficionados que iban al fútbol como podrían ir a un concierto de Karina, y me reafirmo. Porque resulta que el silencio de Bukaneros generó un “runrún” y ciertas quejas entre aficionados molestos porque el grupo no animara, “perjudicando” con ello al equipo, según aseguraban. Otros decían aburrirse.

Creo recordar que en ninguna de las cláusulas del abono, o en los carteles situados en las taquillas del estadio, aparece nota alguna del tipo: “Los partidos disputados en Vallecas estarán amenizados por el grupo de animación Bukaneros, que con sus cánticos alegrarán el evento deportivo durante los 90 minutos y animarán a nuestros futbolistas”.

Ayer se dio la circunstancia de que algunos aficionados de los laterales decidieron retomar los cánticos —con poco acierto fónico, dicho sea de paso—, para desagrado de Bukaneros. La idea no era mala, pero tal vez el día elegido fuera poco apropiado, teniendo en cuenta que han dispuesto de decenas de partidos en las últimas temporadas para tomar la iniciativa y demostrar al mundo sus habilidades canoras.

También es muy habitual oír a personas que vienen a Vallecas por el ambiente, sobre todo por escuchar a Bukaneros cantar el “A las armas” y “La Vida Pirata”. Y te lo dicen así, como si estuviera incluido en el precio de la localidad. Algo así como el que contrata una despedida de soltero y da por hecho que aparecerá La Tuna cantándote “Clavelitos”.

En Vallecas damos por supuesto que habrá tifo (de Bukaneros), decenas de banderas (por supuesto, de Bukaneros), que rugirá el estadio levantando al equipo (en la zona de Bukaneros, claro), y que habrá cientos de tipos que durante 90 minutos cantarán el repertorio que a nosotros nos gusta (¡vaya, de nuevo "The Bukaneros Big Band" y sus "Grandes Éxitos"!), y que todo esto lo harán gratis, por la patilla, y por supuesto por obligación. Y que si no lo hacen, como ayer, perjudicarán el equipo, un conjunto formado por señores profesionales que tienen la obligación de jugar y ganar, les cante o no la grada, o el Orfeón Donostiarra.

Hay quien ve en lo sucedido en este último partido una especie de “fractura social” entre la afición del Rayo Vallecano, y yo les digo que no. Si quieren ver fractura social, por favor dense una vuelta por cualquier calle de Vallecas, y verán a ancianos de más de 70 años rebuscando en los contenedores de basura. Eso sí que es fractura social.

En Vallecas lo que estamos viviendo es una especie de acoso al aficionado al fútbol, que ha comenzado por Bukaneros, pero que nos terminará afectando a todos. De hecho, empezará a haber símbolos prohibidos, camisetas, cánticos “vigilados” y expresiones sancionables que todos hemos dicho o pensado alguna vez, sin ser necesariamente Bukaneros quienes las profieran. Ya hemos visto que, en las últimas jornadas, quien más quien menos mira para los lados antes de llamar "¡malo!" al colegiado, por si alguna cámara de televisión le está grabando. Por si acaso...

El fútbol es el negocio en el que —con diferencia— peor se trata a los propios clientes. Pagas por adelantado por un producto del que no sabes las fechas de consumo, te cachean como si fueras un delincuente cuando te dispones a consumirlo y te vigilan como a un delincuente mientras disfrutas de él. Y si te quejas, sospechoso de quejarte y aspirante a delincuente.

Me reafirmo en mi convicción de que los violentos deben quedar fuera de los estadios, pero previamente identificados con nombres y apellidos. Estigmatizar, generalizar, agrupar, tildar de… “en bloque”, es muy peligroso, además de ¿ilegal?

Para finalizar, que se nos hace tarde, me quedo con algo que me sucedió en la noche gélida del Rayo-Córdoba. Tuve la suerte de presenciar el segundo tiempo del partido junto a un grupo de chavales de la cantera del Rayo Vallecano, niños del benjamín A que este próximo sábado jugarán su partido liguero frente al Juventud Madrid, de Entrevías.

De pie, pegados a la barandilla, cantaron “en bucle” y sin parar durante 45 minutos “La Vida Pirata” y “A las Armas”. Se sabían las canciones de carrerilla y le ponían un ímpetu y una pasión que ya querrían para sí muchos de los aficionados que llenan nuestras gradas: “¡Sin trabajar, sin estudiar... coooon la botella de ron!”, cantaban hasta desgañitarse. Con la nueva Ley Antiviolencia y teniendo en cuenta la prohibición que se cierne sobre los cánticos, ¿terminarán nuestras futuras promesas del Rayismo internados en un centro de menores?

(*) En la imagen que abre esta información, aficionados "anónimos" con una camiseta contraria a las últimas medidas adoptadas en el Estadio de Vallecas. La gran Lola nunca se calla, ni siquiera "pixelada". (© Foto: P. MARTÍN / Vallecasweb.com)

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