23 Noviembre 2019

La Fábula del Pez Franjirrojo

Publicado en Ocio y Cultura

Luis Miguel Peromingo Corral | Vallecasweb
Hace ya casi cien años, apareció una nueva especie acuática de pequeños pececillos en un modesto curso de agua conocido como Arroyo del Olivar, en el entonces llamado Valle del Kas, a las afueras de la gran urbe madrileña, en el primer cuarto del siglo XX.




Esta singular especie de La Madre Naturaleza, estaba formada en sus orígenes por un reducido grupo de individuos agrupados en una exigua colonia, cuya característica física más notoria era el color blanquecino de sus escamas y su diminuto tamaño.

Era una especie muy laboriosa y hacendosa, con una gran vitalidad y un marcado sentido de la solidaridad grupal y lealtad individual a la comunidad. Cerraban filas y trabajaban en equipo para subsistir en unos inicios con gran escasez alimentaria en el pequeño cauce fluvial.

Tal fue ese carácter combativo y pertinaz, y el espíritu de supervivencia, que en los siguientes años esta comunidad fue creciendo en número y también en tamaño, siempre de poco a poco, adaptándose al complejo ecosistema repleto de una variada fauna y especies diversas.

En este crecimiento fueron expandiendo su radio vital de influencia, conquistando nuevos cursos fluviales cada vez más caudalosos, en un entramado de afluentes y subafluentes que convergían todos en el Gran Río… el lejano y anhelado río de primer nivel, destino de las especies más preciadas y valerosas.

Cuanto más se expandían, más abundancia alimentaria encontraban, pero también más competencia. Y de esta guisa, la humilde e infatigable especie “blanquilla” fue interactuando con otras especies del ecosistema, de mayor tamaño y corpulencia.

Como en toda comunidad de la fauna, se establece una organización jerárquica en la que el líder juega siempre un papel decisivo, habiendo constancia de que a principios de la década de los cincuenta, la cabeza visible (en este caso mejor diríamos, “la aleta de mando”) percibió una amenaza para la subsistencia de la especie, que tenía que ver con el color externo del escamado.

Por entonces, ya existía en la red fluvial una afamada subespecie, poderosa y preponderante, de gran tamaño y voracidad, que igualmente lucía un blanco refulgente en la tonalidad de sus escamas. Esto provocaba el riesgo de confundir a los miembros de la colonia del Valle del Kas con crías de la Real especie dominadora, siendo así vulnerables en la cotidiana lucha de supervivencia.

Y como el sabio liderazgo se anticipa al devenir de los acontecimientos, “La Aleta de Mando” propuso en el seno de la colonia del Arroyo del Olivar zambullirse con estrépito junto a las rocas acuáticas para rozar con virulencia los costados y así tiznarse de rojo con los efluvios de las heridas. Y así se hizo, por el marcado instinto de solidaridad y lealtad del que antes hablábamos.

El resultado fue esperanzador, ya que esta circunstancia hizo que la colonia fuese identificada y respetada a ojos de especies ajenas, que percibían el carácter combativo y beligerante de sus especímenes en su lucha cotidiana por la supervivencia, la defensa de su hábitat natural y la búsqueda de sustento.

Pero como La Madre Naturaleza es más sabia aún que sus habitantes, comenzó a producirse una mutación cromática en las escamas de los pececillos de tal manera que lo que en principio se teñía de rojo por la supuración sanguínea, ahora era suplida por un color natural de la propia escama de cada individuo, delineando con claridad meridiana un trazo rojo desde la base de la cabeza y el lomo, descendiendo en oblicuo por ambos costados para concluir en la zona baja y posterior del vientre, junto a la aleta de cola. ¿Un milagro? ¿Una leyenda? Quién sabe…

El caso es, que esta modificación del aspecto visual externo supuso un afianzamiento de la identidad propia de la comunidad acuática del Valle del Kas, que con su recién estrenada franja roja, se aferraba a sus orígenes modestos y difíciles sabedores de su actitud de lucha infatigable en el propósito de supervivencia y crecimiento.

Crecimiento y expansión de la especie del Pez Franjirrojo que se produjo de forma continuada en años posteriores, logrando metas impensables, como la de alcanzar el afluente previo al Gran Río, la llegada y escarceos a éste en aguas de exigente categoría junto a las más reputadas especies nacionales, e incluso una intrépida expedición por aguas de corrientes europeas…

Hoy las colonias acuáticas, las especies y comunidades fluviales, tienen dueños y se compran con dinero, pero el alma de la Franja Roja siempre será libre como el pez en el agua, y no tendrá más amos que los propios individuos de su especie, arraigados en el flujo vivo del Arroyo del Olivar y las cálidas aguas de La Albufera de Vallekas. Por La Franja vive el pez.




(*) Luis Miguel Peromingo Corral “Luigi”
es seguidor del Rayo Vallecano,
socio de la Peña Rayista 2004,
presentador y animador de los Premios Rayista del Año,
escritor en sus ratos libres,

y conductor de taxi.

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Comentarios (1)

  • Almudena

    Almudena

    06 Diciembre 2019 a las 17:28 |
    ¡Aúpa El Rayo!