Antonio Luquero | Vallecasweb
Lo del Rayo Vallecano esta temporada es inexplicable, empezando por el hecho de que Paco Jémez haya tenido que montar un equipo con hasta diecinueve incorporaciones nuevas a la plantilla, si contamos con los refuerzos de invierno. Diecinueve señores que en su vida han jugado juntos y que no se conocen —por así decirlo— de nada. Si a esto añadimos que su calidad tampoco rebosa por sus poros, habremos de concluir que Jémez hace lo que buenamente puede, aunque se le llegue a acusar de suicida a la hora de llevar a la práctica algunos planteamientos tácticos.

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A diferencia de lo sucedido en otras temporadas, este Rayo no ha tenido altibajos significativos. Bien al contrario, ha padecido solamente fases “bajas”, acompañadas de “hundimientos” incomprensibles. Por eso la victoria frente al Valencia y, lo que resulta más llamativo, la manera de conseguirla, trae un halo de esperanza en el inquebrantable ánimo de la afición de Vallecas.

El Rayo de este año —o al menos el Rayo de “hasta ayer”— ha carecido de referentes sólidos en todas las líneas. Sin embargo en este último partido vimos a unos Tito, Gálvez, Ze Castro y Rat —ojito con el rumano— actuando como un solo hombre, como la línea defensiva compenetrada que debió haber aparecido desde algunas jornadas atrás. Vimos a Trashorras respirar, pensar, disfrutar, dirigir al equipo con la misma solvencia como cuando Javi Fuego le cubría la retaguardia apagando cuantos incendios se producían en defensa y en el centro del campo.

Hemos descubierto que Rochina corre, y no sólo eso, sino que tiene un buen toque de balón, que sabe desmarcarse y es capaz de exprimir hasta la última gota de su aliento por una camiseta atravesada por una franja. Ver a Iago Falqué en actitud ascendente y a Bueno intentando mezclar su evidente clase con un cierto espíritu combativo es algo que hasta ahora nos parecía imposible de conjugar.

“Que brille la luz de los guerreros de la franja”. La afición recibía con esta pancarta al equipo mientras las gradas se iluminaban con cientos de luces blancas. (© Foto: L. HERRERA / Vallecasweb.com)

Mención especial merece Larrivey. El argentino no es un crack, ni nadie en Vallecas pretende que lo sea, pero lleva varias jornadas intentando demostrar que no es un paquetón que se queda al borde del área a la espera de un balón que le llegue caído del cielo. Sus continuas bajadas intentando ayudar en defensa en el partido frente al Sevilla y su emergente instinto de gol, pueden convertirlo en el referente que la afición está necesitando. Frente al Valencia lo intentó con los pies —un derechazo al poste lo avala— al igual que con la cabeza, y se vació hasta la extenuación, lo único que realmente exige la afición rayista.

Los espectadores de Vallecas son lo suficientemente inteligentes como para no pedir a sus futbolistas más de lo que pueden dar. Tal vez la clase, la calidad y el ingenio estén lejos de lo que se puede pagar con el pobre talonario de quienes dirigen los designios del equipo de la franja, pero la afición no perdona que un futbolista no corra o no se entregue al máximo, porque ambos factores no se incluyen ni en la calidad ni en la técnica.

Iago Falqué consigue burlar el férreo marcaje de Míchel. (© Foto: L. HERRERA / Vallecasweb.com)

Este aficionado rayista no pudo evitar una explosión de júbilo tras el gol de Larrivey que daría la victoria al Rayo Vallecano. (© Foto: L. HERRERA / Vallecasweb.com)

El Rayo ha dado un importante paso adelante frente a un Valencia que, por lógica, debería haberse llevado los tres puntos. Y si seguimos pensando en la lógica, aún quedan por dirimir puntos suficientes para salir del pozo del descenso.

Es el momento de poner todo el alma y el corazón manteniendo la cabeza fría. Paco Jémez sabe con qué jugadores cuenta, y que una moral alta para un plantel tan limitado es muy importante. De ahí que sea trascendental el apoyo de la afición para sacar esto adelante. La afición de Vallecas lo sabe muy bien y lejos de silbar en los momentos malos, empuja con todo su ánimo a una plantilla que, increíblemente, necesita mucho cariño.

Parecerá mentira en este fútbol de multimillonarios —no es el caso de los futbolistas del Rayo— pero a veces hay que ir directamente al sentimiento para que las cosas empiecen a funcionar. Frente al Valencia se dio el primer paso, ojalá el próximo no sea un traspiés o, lo que es peor, un tropezón. Quedan muchos puntos por disputar, y no debemos permitir que se conviertan en puntos de sutura.

(*) En la imagen que abre esta información, Diego Alves no puede evitar que el cabezazo de Larrivey se cuele en la portería valencianista. (© Foto: L. HERRERA / Vallecasweb.com)

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